La dicha de volver al origen
Cuando le damos prioridad a nuestra meta espiritual, comprobamos que aumentan nuestro contento y felicidad. Cuando nuestras vidas son claras, armoniosas y equilibradas, dormimos bien durante la noche porque estamos en paz con nosotros mismos.
Vida honesta
El propósito de la meditación no es otro que obtener paz mental. Realmente, toda esta tensión y depresión que sentimos se debe a la dispersión de nuestra mente. Cuando se dispersa nuestra atención nos sentimos muy cansados, infelices y perdemos esa paz. Mientras más nos concentremos en el centro del ojo y mientras más arriba esté nuestra atención, más pacíficos nos volvemos, y solo entonces disfrutamos de la bendición y felicidad interior. Mientras más alejada esté la mente del centro del ojo a través de las nueve aberturas hacia el mundo exterior —sea cual sea la razón— más deprimidos, infelices y miserables nos volvemos.
La única manera de obtener paz es retirar nuestra consciencia al centro del ojo y mantener nuestra atención hacia arriba, en lugar de hacia abajo. Alcanzamos la paz únicamente trascendiendo el centro del ojo, hacia arriba; mientras estemos por debajo del centro del ojo, seremos infelices. Puede que el Señor nos dé toda clase de dones —cualquier cosa— pero nunca obtendremos paz.
La paz solo podemos obtenerla cuando se hayan eliminado todas las coberturas del alma, cuando brille y se vuelva completa y merecedora de sumergirse en el Señor. Solo entonces encontraremos la paz. En tanto que el alma esté separada de su origen, nunca podremos tener paz. Y el alma solo puede hacerse merecedora de sumergirse en el Señor cuando abandone su relación con la mente, cuando se eliminen todas las capas del karma y los placeres sensuales. Únicamente entonces el alma brillará; solo entonces obtendremos paz y la irradiaremos.
El único método para alcanzar la tranquilidad y la paz es a través de la meditación, que lleva a nuestra mente de vuelta a su origen liberándonos así de la mente y eliminando todas las coberturas del alma. No podemos encontrar una paz duradera en los objetos mundanos y en los placeres sensuales. Estos así llamados placeres son efímeros, y sus consecuencias nos hacen en ocasiones más miserables, más infelices. Por lo tanto, la única manera de alcanzar una paz eterna es regresar al Padre y fundirnos con él.
De hecho, todo llega a su equilibrio únicamente cuando vuelve a su propio origen. Mientras estemos separados de nuestro origen no podremos tener paz jamás. Por ejemplo, el cuerpo físico está hecho de cinco elementos: tierra, agua, fuego, aire y éter. Cuando los cinco elementos del cuerpo se sumerjan en su origen, nuestro cuerpo estará en paz y nos liberaremos de todas las enfermedades. Mientras los cinco elementos del cuerpo estén separados de su fuente original, este no alcanzará la paz. Similarmente, cuando la mente se separa de su propia fuente, trikuti, la mente no está en paz; y mientras el alma esté separada de su origen, del Señor, el alma no está en paz. De ahí que solo obtendremos paz corporal, paz mental y la paz del alma, cuando cada una de ellas se sumerjan en su propia fuente.
M. Charan Singh. Muere para vivir