Amor es perdón
Gurú Nanak dijo que si viéramos nuestros karmas, no les encontraríamos fin. Si nos empeñáramos en escarbar la tierra en busca de agua, ni siquiera en un millón de años lo lograríamos. Lo mismo ocurre con nuestros karmas: todo lo que necesitamos es la gracia, el perdón del Señor.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. I
Cuando seguimos sinceramente las enseñanzas, cuando, como buenos discípulos, meditamos, la protección y ayuda del maestro no faltan.
Los maestros no juzgan a sus discípulos. Siempre son amorosos y positivos. Porque si los maestros nos mostraran nuestras faltas y debilidades, ¿acaso acudiríamos a ellos? Los maestros no vienen a condenarnos, ¿qué mayor condena puede haber que la de estar separados del Padre? Los santos vienen para ayudarnos a superar nuestras debilidades.
Cada uno de nosotros debe enfrentar en la vida diferentes situaciones: dilemas morales complejos, problemas graves…, y a la luz de nuestro entendimiento hacemos todo lo posible por tomar las decisiones correctas. Por eso, es un error juzgar o intentar imponer nuestra forma de pensar cuando desconocemos las circunstancias de los demás.
Lo que tenemos en común es mucho más grande que cualquier distinción cultural, mental o material que nos separe. Como seguidores de las enseñanzas de Sant Mat, todos queremos volver al Padre; somos hijos de este único poder y energía divina. Cada uno de nosotros está luchando por abrirse camino al interior, equilibrando lo mejor que puede los diferentes aspectos de su vida con la dedicación a la meditación. Y sobre todo, cada uno tiene una relación particular con el maestro, y él sabe cómo nos está llevando: ¿quiénes somos nosotros para juzgar?
En el libro Una llamada al despertar leemos:
A Maharaj Charan Singh se le preguntó innumerables veces cómo debían reaccionar los iniciados ante aquellos que se habían desviado de los principios de Sant Mat. Siempre recalcó que no deberíamos señalar las debilidades de los demás. Lo importante, decía, era que cualquiera que deseara venir a satsang o hacer seva, se sintiera bienvenido. Como sangat, inspirado por el ejemplo de nuestro maestro, estamos juntos para amarnos, apoyarnos y servirnos mutuamente con humildad y amabilidad.
Los maestros nos dicen que deberíamos reconocernos todos nosotros como seres humanos, como compañeros de búsqueda en el sendero y en el viaje hacia la Verdad. Así pues, unámonos en la fuerza del satsang y del seva: no juzguemos, no dividamos. Juntos somos más fuertes.
Hay una historia muy pertinente en este sentido, en el libro Una llamada al despertar:
Una vez, en un monasterio, tuvo lugar un robo y los monjes pidieron al abad que identificara y castigara al ladrón. El abad no hizo nada. Días después, hubo otro robo y los monjes pidieron al abad que echara al ladrón del monasterio. De nuevo, el abad no hizo nada. Entonces, los monjes amenazaron con irse del monasterio si no se tomaba ninguna medida.
El abad dijo: “Todos sois libres de marcharos del monasterio si así lo deseáis, porque sabéis que robar está mal. Pero ¿cómo puedo pedirle al ladrón que se vaya? Sin la tolerancia, la compasión y los principios nobles del monasterio, ¿cómo podrá aprender jamás a distinguir entre lo correcto y lo que no lo es?”.
Las lágrimas cayeron por las mejillas del ladrón. Nunca volvió a robar.
De manera similar, todos tenemos debilidades, y el maestro jamás las señala ni nos pone en evidencia delante de nadie: él ve nuestras fortalezas. Es paciente y sabe que, gradualmente, cumpliendo con la práctica de la meditación, vamos cambiando, mejorando, y que cada vez estamos más cerca de él y de nuestro origen.
Igualmente, veamos también nosotros lo positivo en todos y en nosotros mismos para no descorazonarnos y armarnos de fuerza, y así poder seguir adelante en la lucha con la mente sin cansarnos nunca de llamar a su puerta para pedir perdón.
El perdón del maestro es la expresión más viva de su amor, porque sin distinción alguna, sin mirar nuestras debilidades o lo impuros que seamos, su gracia primero nos pone en el sendero, después nos apega al espíritu interior, y cuando ya dedicamos nuestro amor y devoción al espíritu, él hace que nuestra cuenta kármica se salde y estemos listos para volver al Padre.