El sueño más ansiado
Estamos tan faltos de imaginación espiritual que a menos que comprobemos que Dios se ha tomado, personalmente, la molestia de contactar con nosotros y de proseguir con este contacto durante toda nuestra vida, nunca estaremos enteramente convencidos de que se preocupa suficientemente por nosotros. Por este motivo, siempre hay un santo verdadero disponible en este mundo para aquellos que sinceramente desean encontrarle.
En busca del camino
¿Cuál es nuestro sueño? Hoy en día, en celebraciones o encuentros de este tipo, se le dice a la persona homenajeada: “¡Que se cumplan tus sueños!”; siempre son buenos deseos hacia alguien. Incluso hay programas de televisión que llevan este título. ¡Todos tenemos un sueño o sueños! Y aunque puedan considerarse comúnmente como simples fantasías alejadas de la realidad, son pequeñas luces que nos inspiran y mantienen nuestra sonrisa, evitando, muchas veces, que el peso de lo material y la rutina de la vida hunda nuestro ánimo.
En el sendero espiritual, cuando los maestros nos presentan la ardua tarea de traspasar la mente y adentrarnos en la compañía interior del maestro, verla como un sueño realizable puede convertirse en la luz que guíe nuestro camino, un sueño que, con paciencia y dedicación, algún día se hará realidad. Para alcanzarlo, los maestros insisten en la necesidad de recorrer el sendero interior con esfuerzo y constancia. Es fundamental cultivar la disciplina, al mismo tiempo que mantenemos la ilusión y el optimismo que vencen la apatía y el aburrimiento, confiando en que cada paso nos acerca a esa presencia interior y espiritual que llena nuestro ser, orienta nuestra vida y nos conecta con la verdadera realidad de la existencia.
Pero… ¿cuál es el sueño de un iniciado?
Es la cercanía con su maestro, que no le falte; estar con él, porque de ahí deriva su alegría. Y no se trata solo de estar en la presencia física que también, sino en la presencia interior que es lo que le otorga una compañía sólida y definitiva. Por eso se dice muchas veces que la alegría de un seguidor de las enseñanzas viene de la meditación; la concentración que alcanza es lo que le permite estar en sintonía y contacto con el maestro.
En el libro Muere para vivir leemos:
Cuanto más concentrada está tu mente, más feliz eres; cuanto más dispersa está tu mente, más frustrado estás.
Y también leemos en Joyas espirituales:
Cuando con la concentración hayas cerrado los nueve portales del cuerpo… el maestro en su forma radiante se te manifestará. Te hablará de la misma manera que hablas con la gente de este mundo, responderá a todas tus preguntas, y se quedará contigo toda la vida.
Y para eso, para cerrar las puertas del cuerpo y establecerse en la décima o “centro del ojo” hay que luchar, hay que poner en práctica las enseñanzas, hay que cuidar de vivir de una forma que apoyemos siempre el trabajo de la concentración, sin contradicciones: no caminando unas horas hacia el norte (si nuestro destino está hacia el norte) por expresarlo de algún modo, y después viviendo el resto del tiempo caminando hacia el sur. Por tanto, se trata de un modo de vida que se complemente; que una cosa nos lleve a la otra: la meditación a la atmósfera de la presencia del maestro y esa atmósfera a la meditación.
Estas son “las veinticuatro horas”, que a veces nos asustan cuando malinterpretamos que el maestro habla de veinticuatro horas de meditación, sentados en un cojín, encerrados en nuestra habitación. Pero él se refiere a que vivamos como discípulos orientados todo el tiempo hacia el maestro. Ese es nuestro sueño verdaderamente, ¡el sueño más feliz!: hacer realidad tamaña ilusión.
En este sentido, en Perspectivas espirituales, vol. II, le preguntan a Hazur Maharaj Ji:
¿Entonces es correcto decir que al final nuestra meditación o el recuerdo del maestro se convierte realmente en un trabajo de veinticuatro horas? Es decir, es esta la única manera de evitar que corramos hacia los sentidos, ¿no es cierto?
Y el maestro responde:
Bueno, para el amante, el amor es una enfermedad de veinticuatro horas. No tiene un tiempo determinado para amar o pensar en el amado. Está enamorado las veinticuatro horas del día, no importa lo que esté haciendo o en qué lugar se encuentre. Mentalmente está con su amado las veinticuatro horas. No fija de forma concreta el tiempo: este es mi momento de amar. Su mente siempre está ahí, no importa lo que esté haciendo o dónde esté.
Hemos hablado de sueños, y nuestro gran sueño –que adquiere una dimensión si cabe aún mayor–, el más maravilloso, es llegar a fundirnos en él, de manera que cuando llegue el momento de la muerte no haya vacilación, y la fuerza del amor desarrollada en la meditación nos lleve con él, sin otra posibilidad que la de unirnos a él. El trabajo en la meditación es una preparación para ese encuentro en vida y también para la reunión con él cuando exhalemos el último suspiro.
El Gran Maestro expresa en Joyas espirituales:
Si concentramos nuestra alma en esta vida, entonces pasaremos nuestros días en este mundo felizmente, y a la hora de la muerte el maestro aparecerá y se llevará a nuestra alma con él a mundos superiores, para hacernos gozar de alegría y felicidad ilimitados.
En Muere para vivir, un discípulo pregunta a Hazur Maharaj Ji:
Maharaj Ji, cuando medito me esfuerzo por lograr la experiencia de morir en vida, sin embargo, sé que tengo un profundo temor a morir. Este temor parece que está evitando que me entregue completamente a la meditación, y me gustaría, por favor, que me ayudaras a entender y superar este miedo.
Y el maestro responde:
Bien, hermano, siempre hay miedo a lo desconocido en nuestra mente… El miedo siempre existe. Pero cuando sabemos que estamos yendo hacia nuestro destino, que estamos volviendo a casa, no debería haber ningún miedo. No es necesario temer nada, pues allí vamos a encontrarnos con nuestro propio maestro. Además, no vamos solos, vamos con él.
Por eso necesitamos al maestro, para no tener miedo de nada desconocido. Él es conocido para nosotros, y estamos felices de estar con él, así que la cuestión del miedo no debería surgir. Es nuestra mente la que trata de asustarnos. No hay nada que temer. Vamos a encontrarnos con alguien a quien conocemos y que nos conoce.
En efecto, así es: “… alguien a quien conocemos y que nos conoce”.
La vida guiada por este sueño deja de ser un simple transcurrir de la existencia: se transforma en un viaje luminoso, sostenido por la esperanza y la fuerza del amor. Es el camino hacia la verdadera compañía interior, que nos acompaña serenamente hasta que nuestro ser se completa al fundirse en el maestro, cumpliendo así el sueño más ansiado de un iniciado en el sendero espiritual.