El maestro responde
¿Para qué necesito ahora reflexionar?
¿Para qué necesito analizar?
He comprendido mi auténtico ser
y superado tales formalidades.
Este mendigo ha hallado al espléndido Dador.
La riqueza que me ha impartido
con el uso no la puedo consumir;
nadie puede robarme ni un grano de este regalo.
Ahora he dejado de ir pidiendo de puerta en puerta.
Si se me priva de este don
no puedo seguir viviendo.
Una vez obtenido este tesoro,
se consume toda mundanalidad;
solo es fructífera la vida del que consigue este bien.
Kabir. El tejedor del Nombre de Dios
P. Después de unirse nuevamente con el Señor, ¿conserva el ser humano una consciencia separada?
R. En la unión aún hay separación. Estando en él, estás separado de él. Pero no eres consciente de tu consciencia. Simplemente te unes. Incluso en el amor humano, cuando estamos con el amado nos olvidamos completamente de nosotros mismos y solo deseamos agradar al amado. Estamos tan absortos en el amado, que ni siquiera pensamos dónde estamos ni lo que somos; ni tampoco en las emociones físicas o mundanas. La espiritualidad es mucho más fascinante y absorbente, mucho más sublime y noble. La dicha de la unión con el Ser supremo no puede expresarse en el lenguaje mortal. No existe pensamiento de individualidad, consciencia o ninguna otra cosa. Todo es amor, todo es dicha, porque al unirnos nos convertimos en el Ser supremo, y él lo es todo, él es todo.
P. Entonces, ¿solo hay una consciencia?
R. El Señor es uno. Cuando volvemos a unirnos con él, nos convertimos en el Señor. Nos hacemos parte de él. Una gota tiene su propia identidad cuando está en el barro. Al abandonar el suelo por el efecto de la evaporación, sigue teniendo su propia identidad, separada del suelo y de la nube. Pero una vez fundida en la nube se convierte en la nube. Esa diminuta parte de la nube se vuelve la nube al fundirse en ella. Cuando amamos al Señor no deseamos estar separados del Amado. Perdemos nuestra identidad al volver a unirnos a él y, no obstante, seguimos estando separados de él. Un ejemplo nos aclarará esto: si unimos la llama de una vela con la llama de una hoguera, ¿podremos diferenciar si se trata de la llama de la vela o de la llama de la hoguera? Si apartamos la vela de la hoguera, tendremos una llama individual e independiente. Pero cuando la volvemos a unir al fuego de la hoguera, se funde en él y deja de ser la luz de una simple vela. Del mismo modo, el alma se funde con el Señor.
P. El individualismo es algo central en el marco filosófico de Occidente. ¿Cuál es, en tu opinión, el uso apropiado del individualismo?
R. Esta –nuestra llamada individualidad–, nos mantiene alejados del Padre. La individualidad no es sino nuestro ego. Mientras haya ego, el alma estará separada de su fuente. Cuando podemos eliminar el ego, eliminamos nuestra individualidad, nos fusionamos con el Ser supremo. De allí vinimos cuando tuvo lugar la creación. Para un intelectual es muy difícil perder la individualidad porque ha hecho mucho para mantenerla. Pero la realidad es que esta misma individualidad o, con otras palabras, el ego, se interpone en el camino hacia nuestro destino. Hemos de eliminar el ego con la ayuda del Verbo o Espíritu Santo que tenemos en el interior. Y el ego es fruto de la mente. Por lo tanto, a menos que nuestra mente sea pura, a menos que seamos capaces de someter a la mente, el alma nunca podrá liberarse de ella. Y a menos que el alma deje a la mente, nunca podrá volver a su origen. Por tanto, tenemos que perder nuestra individualidad.
Incluso en el mundo, cuando amas a alguien, siempre deseas convertirte en el otro ser. No quieres que la otra persona viva según tu voluntad; siempre te gusta vivir en su voluntad. Siempre quieres hacer lo que le gusta; nunca piensas en hacer lo que le disgusta. Deseas perder tu individualidad. Deseas convertirte en otro ser, y te conviertes en otro ser. El amor te mueve a hacerlo. Similarmente, por el amor y devoción al Padre perdemos nuestra individualidad y nos transformamos en el Ser supremo. Nos convertimos en el Padre. Así que si no perdemos nuestra individualidad, si no perdemos nuestro ego, no podremos llegar a nuestro destino. No podremos retornar al Padre.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. I