Conscientes de nuestra esencia
Quien haya sido bendecido con la ambición por la perfección, no debería buscar más que el aprendizaje continuamente. Busca el retiro del mundo, sé cauteloso de su mal, así como de sus bondades.
Sarmad. Martyr to love Divine
Los maestros espirituales vienen a enseñarnos algo que hemos olvidado: Dios es un océano infinito de amor y nuestra alma es una gota de ese océano; por tanto, nuestra esencia es el amor. Su único propósito es crear devoción, fe y amor por el Señor en nuestro interior para que regresemos a él. Esa es su misión en la vida.
El objetivo de las enseñanzas de los maestros es sacarnos de este mundo, porque aquí todos somos prisioneros. El cuerpo y la mente nos mantienen atrapados, y nos hemos habituado y acomodado tanto a esta situación que ni siquiera sentimos la necesidad de liberarnos. Por eso, lo primero que hacen a través de sus satsangs o discursos es hacernos conscientes de nuestra verdadera situación, es decir, aunque tenemos cuerpo y mente para funcionar en este mundo, en realidad somos infinitamente mucho más que esos meros instrumentos: somos alma. Esta perspectiva es la que nos abre la visión a la espiritualidad y nos inspira a liberarnos de los karmas, buenos y malos, para reconectarnos con nuestra verdadera esencia, que es el amor de Dios.
Los maestros no solo nos ofrecen su guía y ayuda para recorrer el camino interior, a través de la práctica de la meditación, cuya técnica se nos imparte en el momento de la iniciación, sino que además nos enseñan de manera práctica a mejorar nuestras vidas, a hacerlas fructíferas, teniendo siempre presente el propósito espiritual y comportándonos de manera que cada una de nuestras acciones desarrolle todo el potencial de un verdadero ser humano.
En el libro Perspectivas espirituales, vol. I, leemos:
El maestro vive entre nosotros para elevar nuestra consciencia a su propio nivel. Tanto con el ejemplo como con el precepto, el maestro espiritual nos enseña a retirar nuestra atención de las preocupaciones materiales del cuerpo y la mente para despertar a la verdad, al poder y la belleza de lo divino.
Este es el comienzo de nuestro aprendizaje: retirar nuestra atención de las preocupaciones materiales que nos apartan de Dios. Y para despertar a la verdad espiritual, al Shabad, necesitamos sentirnos atraídos al sendero espiritual que nos rebela el maestro y, como no, tener confianza en el propio maestro que nos lo enseña. Solo de esta manera, nuestra atención se orientará hacia sus enseñanzas y podremos seguirlas. Hazur Maharaj Ji explica en Perspectivas espirituales, vol. III:
Verás, si tengo fe en un profesor, amor y consideración por él; si creo que conoce su materia, que es la autoridad principal en todo lo que me enseña; si le tengo respeto, lo escucharé con mucha atención. Trataré de agradarle aprendiendo mi lección y procuraré no disgustarle nunca. (…) Lo que me dice que haga, lo hago. Hago ese esfuerzo.
Para aprender en cualquier asunto o materia, y la espiritualidad no es una excepción, es necesario prestar atención a las lecciones que imparte un profesor, y además aplicarnos para ponerlas en práctica. Para lograr desarrollar nuestras facultades más sutiles, necesitamos además de escuchar muy bien los consejos del maestro, ir al laboratorio que es nuestro propio cuerpo y experimentar por nosotros mismos la elevación de la consciencia. Esa es la lección principal, y la aprenderemos practicando y practicando cada día y durante toda la vida la retirada de la atención. En el libro Muere para vivir, Hazur Maharaj Ji cita el evangelio (Mt. 6:23) para explicarnos en que consiste:
Cristo dice: “Por lo tanto, si tu ojo es único, todo tu cuerpo se llenará de luz”. Cuando seamos capaces de abrir ese ojo único, de retirar nuestra consciencia al centro del ojo y abrir la puerta del reino interior de este templo, veremos la luz y oiremos el sonido divino.
Y con la ayuda de esa luz y ese sonido, averiguamos la dirección de nuestro hogar y recorremos el sendero que nos lleva allí. Viendo esa luz y escuchando ese sonido somos capaces de arrepentirnos verdaderamente de todos nuestros pecados pasados, liberando así al alma de las trampas de la mente. Solo entonces el alma puede volver a ser completa y brillar con su propio y prístino resplandor; solo entonces somos capaces de volver al nivel del Padre, y sumergirnos en el océano de la dicha absoluta y la paz eterna.
Y esa práctica constante es lo que nos lleva a entender que la meditación no es algo que practicamos de forma aislada, sino un estilo de vida; una forma de vivir. La meditación nos mantendrá conectados a nuestra esencia más pura y nos proporcionará la fortaleza para enfrentar nuestro destino con valentía y serenidad, al mismo tiempo que completamos el regreso a nuestro origen divino.