La intensidad del amor
Elimina de tu corazón el amor
por todo lo demás, reza solo
para que su gracia te llame de vuelta, oh Bahu.
Sultán Bahu
En el libro Pathways to liberation, se cuenta una historia sobre Rambola. Cuando estaba recién casado, amaba tanto a su esposa (Ratnavali) que no podía soportar estar separado de ella ni un solo día. En una ocasión, su esposa tuvo que dejarlo solo porque debía ir a casa de sus padres, que vivían en un pueblo a unos pocos kilómetros de distancia, y el camino lo cruzaba un pequeño río.
Rambola soportó pasar el día, pero tan pronto como anocheció se sintió tan solo y enfermo de amor que se dirigió a pie, en plena noche, a casa de sus suegros, para lo cual tuvo que recorrer un camino extremadamente peligroso.
Cuando su mujer lo vio llegar, siendo conocedora de las dificultades y peligros que tuvo que afrontar durante el camino, se sintió conmovida por su amor. Como era una mujer profundamente devota del Señor, le dijo a su esposo: “Si tuvieras tan solo una décima parte de amor por Dios del que tienes por este cuerpo mío perecedero, se acabarían todas tus penas y él te habría abierto las puertas del cielo”. Este comentario afectó profundamente a Rambola, y desde ese momento dedicó toda su vida a la devoción a Dios. Se conoce que esa intensa y sincera devoción lo transformó, más tarde, en el místico Tulsidas.
Esta historia pone de relieve la intensidad del sentimiento de amor: se echa de menos tanto a la persona amada que no es posible pensar, lo único que importa es hacer todos los esfuerzos posibles para volver a reunirse con ella, para acabar con esa separación que tanta angustia provoca.
Como se explica en el misticismo, en el sendero espiritual sentir la separación del amado, ese bireh (separación; anhelo intenso; el dolor de alguien que se encuentra separado del amado), es muy valioso, porque nos capacita para hacer el máximo esfuerzo en la práctica espiritual. Entonces, no hay cálculos, solo hay un intenso deseo en el corazón por estar cerca del ser al que amamos, por poner fin a esta separación.
Los místicos nos explican que en el sendero espiritual lo que cuenta es la devoción, el amor y el dolor que provoca sentir la separación del Señor. En la devoción no se trata de oraciones establecidas, ni ritos, ni formalidades, lo que cuenta es el corazón. Si logramos despertar ese verdadero sentimiento, entonces recorrer el camino empieza a ser fácil. Y al referirnos a la meditación, que es la práctica devocional por excelencia, lo que importa es el sentimiento y la devoción que somos capaces de transmitir al realizarla, lo que se refleja en procurar estar presentes y con la atención plenamente concentrada. No se trata de una meditación formal, repetitiva o mecánica.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
La mente debe estar absorta en la meditación. Si la mente se dispersa, entonces la meditación es mecánica. La meditación no debe ser solo mecánica. Pero cuando la mente está absorta en la meditación, entonces naturalmente sentimos amor y devoción por la meditación.
La espiritualidad es el camino del alma, afirman los místicos. Y precisamente necesitamos seguir un camino espiritual para vivir la devoción y el amor por Dios, pues, aunque somos parte y esencia de su amor, como leemos en Discourses on Sant Mat, vol. II: “El amor es la esencia de Dios y del alma”, ese amor está en estado latente, dormido. Debemos despertar a él, experimentarlo, ser conscientes y vivirlo en toda su plenitud para así unirnos a Dios.
Decimos que está latente, porque nuestro amor y devoción ha tomado una dirección distinta a su verdadera naturaleza, está enfocado en el mundo, en sus seres y objetos. Pues aun cuando nuestras almas son partículas del Alma suprema, al venir a este mundo, hemos tomado la compañía de la mente. La mente busca el placer físico y está llena de deseos e infinitas apetencias; y como actuamos bajo el dominio de la mente, el alma también debe seguir el curso de la mente y afrontar las consecuencias. Es debido a este funcionamiento que hemos quedado atrapados en la esfera de los sentidos, acumulando una gran cantidad de impureza en nuestras mentes. Por esta razón, nuestra mente se ha convertido en un grave obstáculo entre nosotros y el Señor. En la medida en que esa impureza se vaya eliminando, irá aflorando el amor por el Señor y el alma podrá nuevamente reunirse con el Señor. El autor del libro One Being One comenta al respecto:
… De alguna manera, hemos desarrollado un sentido de individualidad separada, un “yo” individual. Y ahí es cuando las cosas han empezado a ir mal. A medida que aumentaba nuestra sensación de separación y nuestra implicación en la multitud de cosas creadas, también aumentaba la inconsciencia o el olvido del gran Ser. Hasta que finalmente lo hemos olvidado totalmente.
Pero esta sensación de separación no es la realidad, es tan solo una manera de hablar, porque todos estamos conectados con la divinidad y no podríamos existir sin esa unidad que es nuestra esencia, sin ese Shabad o espíritu que nos sustenta. En Discursos espirituales, vol. II, Hazur Maharaj Ji dice:
El Nombre (Shabad) es la energía creadora que dio nacimiento a toda la creación y sostiene todos los incontables universos y regiones. Esta energía creadora está presente en cada uno de nosotros: cada una de nuestras partículas está teñida de su color.
Somos Shabad, estamos hechos de esta divinidad, pero nos falta despertar a su consciencia. Es nuestra perspectiva limitada, que mira únicamente el aspecto superficial de las cosas, lo que hace que toda nuestra existencia esté dirigida a servir al cuerpo y sus necesidades: comida, trabajo, ropa, etc. Pero los místicos nos recuerdan que debemos considerar al alma, que también necesita alimento. El cuerpo es solo para un tiempo, el alma es para la eternidad.
Tenemos que alcanzar la percepción de la verdad, de la eternidad, tenemos que experimentarla, y para eso debemos buscar a los amados de Dios, esos amantes de Dios que viven sus vidas en él, que existen como parte de él, a pesar de vivir en la forma física. Su forma real es el Shabad, que es nuestro auténtico maestro. En el Adi Granth (M1, p. 943), Gurú Nanak Sahib dice:
El Verbo es el gurú;
el alma sintonizada con el Verbo es el discípulo.
Tal maestro vive en el cuerpo, pero en realidad su verdadera forma es el Verbo o Shabad. Y siguiendo sus instrucciones, sus enseñanzas, aprenderemos a amarlo. Tenemos que buscar un devoto o amante del Señor, alguien que esté conectado al Señor por el amor. Debemos pasar tiempo en su compañía, relacionarnos con él y amarle, para que el amor y devoción por el Señor puedan despertar en nuestros corazones a través de su presencia, su amor, y con tantos otros medios que él pone a nuestro alcance.
Los santos son la manifestación del amor, cada palabra, mirada, pensamiento, cada acto de sus vidas es amor y refleja solo amor al Creador. Cuando los conocemos, cuando estamos cerca de ellos, no podemos sino conmovernos por la autenticidad de este amor. Es amándolos como aprenderemos a amar a nuestro Creador. En el libro La Llamada del Gran Maestro leemos:
Gurú Arjan Dev señala en primer lugar el amor y devoción al gurú. Pero el gurú no permite que se le adore, ni necesita nuestro amor. Su amor está dedicado exclusivamente al Señor y dirige también nuestro amor hacia él. ¿Por qué es necesario tener amor por el maestro? Simplemente para apartar nuestro apego de las demás cosas.
Y más adelante leemos: “Cuando todo este amor se concentra exclusivamente en el maestro, difícilmente puede imaginarse el poder y energía que genera. ¿Cómo se crea este amor por el maestro?, o ¿qué es verdadero amor y devoción?”. El Gran Maestro responde: “Obedecer implícitamente cualquier mandato del maestro es amarle”. Y continúa:
Abstente de alimento animal y bebidas alcohólicas y de intoxicantes como las drogas y el tabaco. Lleva una vida honesta y pura. Nunca robes la propiedad ajena. Abandona la lujuria y la ira y, a través de la meditación diaria, retira tu mente de los goces y los placeres de los sentidos, para completar así el viaje interior al palacio del Señor.
Este es el verdadero propósito de tu vida. Amar al gurú es amar a Dios. Perfecciona tu amor por el maestro. Como el maestro está saturado con el amor de Dios, cuando nosotros amamos al maestro, automáticamente nos llenamos con el amor de Dios (…) El amor del maestro, por así decir, es una condición previa a la realización de Dios.
El autor del libro One being One, continúa explicándonos cómo la implicación en la creación nos ha llevado a creer que nosotros (pequeños seres) tenemos una identidad separada, y dice así:
… Se identifican completamente con sus pensamientos, sentimientos y experiencias corporales. Incluso comienzan a pensar que no son más que el cuerpo. Así, el aislamiento aparente de los pequeños seres del gran Ser es total. En su angustia, los pequeños seres crean el caos y en consecuencia sufren aún más. Y eso es lo que llamamos la existencia humana.
La existencia humana es sufrimiento, debido a esta falsa o aparente sensación de separación. En el fondo, vivimos en una constante vulnerabilidad. Estamos en un mundo donde el desencanto, la desilusión, la pérdida, la enfermedad y la muerte están siempre al acecho, recordándonos lo frágiles que somos. Incluso esos momentos que llamamos “felicidad” son breves y se desvanecen tan rápido como un suspiro. No hay certezas, ¡y lo peor es que necesitamos tantas para cada pequeño paso que damos!
En Discursos espirituales, vol. II, Hazur Maharaj Ji comenta un fragmento de un shabad de Soami Ji, y dice:
Por nuestras obras buenas experimentaremos felicidad, y por nuestros pecados conoceremos el sufrimiento. Si existe la felicidad, esta se encuentra en la devoción y el amor por el Señor. Por eso dice Soami Ji: “Elévate sobre el mundo y apégate al verdadero Nombre”.
Aquí, el maestro nos explica cómo funciona la creación y por qué sufrimos. Aunque a veces experimentemos felicidad, si queremos que sea duradera debemos desarrollar amor y devoción por el Señor a través del apego al Shabad. De lo contrario, viviremos en la inseguridad y el desasosiego, porque al final el sufrimiento es el denominador común de nuestras vidas.
Al principio se ha mencionado una historia de amor y separación, y nos preguntamos: ¿Qué tiene que ver el sufrimiento y la inseguridad, tan presentes en la vida, con esa historia de separación? Tiene mucho que ver, porque la angustia insoportable que siente Rambola en la ausencia de su esposa es una metáfora de nuestra angustia sin aquel que puede darnos seguridad y estabilidad en la vida: nuestro Creador. Una vida vivida desconectados de él, ignorándole, está sumida en la más profunda tristeza y desesperación, falta de alegría y miedo constante.
En Joyas espirituales, el Gran Maestro dice:
El mundo es una espesa selva, densamente poblada, donde todos han perdido su camino, y se encuentran corriendo incesantemente y sin objetivo, vida tras vida, acosados por las cinco pasiones.
… Afortunado es quien empieza a comprender el juego de estas pasiones; más afortunado el que trata de separarse de ellas, y el más afortunado de todos, es quien encuentra a un maestro y guía que lo pone en el sendero de la corriente del sonido, lo saca de este desierto y lo conduce a su eterna morada de paz y felicidad.
Dice el Gran Maestro “afortunados”: efectivamente. Se dice que cuando alguien conoce a un santo, a un maestro espiritual verdadero, los días de felicidad comienzan en la vida de esa persona. Y esa felicidad se debe a que el alma se apercibe y empieza a ver, como nunca había ocurrido antes, “su oportunidad”. Así lo explica en Perspectivas espirituales, vol. II, Hazur Maharaj Ji:
Si estamos en una jungla y alguien nos indica la dirección a casa, nos hace felices. Ahora, al menos sabemos en qué dirección ir. No estamos buscando en la oscuridad. Obtendremos la verdadera felicidad cuando lleguemos a nuestra casa, pero saber la dirección y el camino que nos lleva de vuelta a casa, nos hace felices. Cuanto más cerca estemos de nuestro destino, más felices seremos.
Y continúa:
… Cuando estamos en el sendero, estamos de camino, estamos en proceso de volver al Padre. Ese mismo hecho debería de hacernos felices. El hecho de que ahora nos hemos dado cuenta de que tenemos al Padre, tenemos un destino, tenemos un objetivo que alcanzar. Nos damos cuenta de la separación, y de que tenemos que acabar con esta separación y volver al Padre. Conocemos el sendero, sabemos lo que tenemos que hacer, y si lo practicamos, automáticamente tendremos la sensación de dicha y paz interior.
En resumen, hemos visto la importancia de seguir un sendero espiritual, de hacerlo guiados por los amados de Dios, los maestros espirituales. Al vivir sus enseñanzas y obedecerles, desarrollamos el amor y la devoción necesarios para aprender a amar a nuestro Creador y finalmente unirnos a él.