La separación: una oportunidad
Ninguna unión es completa
sin la separación.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. III
La presencia física del maestro tiene el propósito de despertar en nosotros un amor y devoción genuinos por el Padre y guiarnos en el sendero espiritual. Necesitamos la forma física del maestro, ya que no podemos desarrollar el amor si este se basa únicamente en una idea o concepto mental. Cuando estamos cerca del maestro sentimos una alegría y satisfacción interior que nos inspira y nos motiva a seguir el camino con más fervor. El amor del maestro traspasa nuestra mente, infundiendo en nuestro interior un elevado sentimiento de devoción del que nuestra alma se hace eco. Eso nos hace sentir su autenticidad, mueve lo más vital en nosotros; sin embargo, no puede quedarse en esa mezcla de sensaciones, sentimientos y percepciones por más nobles y elevadas que sean, por más dicha que nos proporcionen.
Los maestros nos explican que este amor que el maestro crea en nosotros y que inicialmente dirigimos hacia él en su forma física, tiene que canalizarse hacia el esfuerzo en la meditación. Es así como el sentimiento que despierta su presencia, con el tiempo, nos lleva hacia una experiencia espiritual interior, profunda y verdadera. Como indica Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. II:
El propósito de amar al maestro exterior es el de llevarnos a ese amor y devoción por el Shabad interior. Es un medio para ese fin. Siempre podemos amar a alguien que es como nosotros, pero nunca podemos amar a quien no es como nosotros. Cuando estamos en el cuerpo, amamos el cuerpo del maestro. Cuando estamos en el nivel del alma, amamos al Shabad porque es como nosotros, es una gota del océano. Entonces este amor externo se transfiere automáticamente al amor y devoción internos. Y ese es nuestro ser verdadero.
Por lo tanto, esta experiencia externa es un medio para lograr algo más elevado. Porque, en definitiva, no hay nada en la espiritualidad que culmine en el exterior; cualquier realización es interior, y todo lo que el maestro otorga al discípulo es a través de la meditación. Como suele expresar el maestro, hay una forma de dar y recibir en espiritualidad, y es a través de la meditación.
Sin embargo y como muy bien sabemos, en un momento u otro, llega el momento de la realidad, y llega cuando tenemos que separarnos físicamente del maestro. Los maestros señalan que esta separación puede ser beneficiosa, pues a veces es necesario estar lejos del maestro: al no poder encontrarlo fuera, no tenemos otra opción que buscarlo en nuestro interior. Aquí es donde la distancia física adquiere un papel importante. Al no tener acceso a su presencia externa, el sentimiento por el maestro que está arraigando en nosotros, el extrañarlo, nos impulsa a buscarlo en nuestro interior. Igual que cuando sentimos la ausencia de los seres que amamos, el amor al maestro no es una excepción a este comportamiento natural de echar de menos al ser amado.
En la espiritualidad tenemos la oportunidad de hacer que este amor se vuelva completo, para lo cual la búsqueda interior es fundamental, ya que el maestro reside en nuestro interior, en la forma del Shabad. Esforzándonos por interiorizarnos a través de la meditación, comenzamos a avanzar en el camino hacia la unión con lo divino.
La separación física no es necesariamente una desventaja, sino una oportunidad para profundizar en nuestra práctica espiritual. Nos lleva a comprender que el verdadero encuentro con el maestro no depende de la proximidad física, sino de la devoción que desarrollamos con la práctica de la meditación para conectar con su esencia divina en nuestro interior. Es en este proceso interno donde cultivamos el anhelo verdadero por la unión con el maestro y, en última instancia, con el Padre.
Los maestros también nos explican que el hecho de estar separados físicamente del maestro es una oportunidad maravillosa para ser conscientes de dónde está nuestro corazón: ¿está pendiente y dependiendo del mundo y sus seres, o está con el maestro?
A veces le pedimos al maestro pruebas o muestras de nuestro progreso espiritual; solemos decir que no progresamos o que no vemos nada en el interior o que no sentimos amor por él… He aquí una oportunidad para autoevaluarnos, y si evaluación no es la palabra adecuada, al menos para vernos a nosotros mismos y darnos cuenta de cuál es el progreso por el que clamamos. ¡Solo tenemos que mirarnos y ver cuán importante es para nosotros el maestro y las enseñanzas! Como señala Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. III:
Tenemos la oportunidad de valorar nuestro amor y devoción cuando estamos enfrascados en las actividades del mundo, las posesiones materiales y el amor mundano. En ese ambiente es cuando sabemos si realmente echamos de menos al maestro o no.
En presencia del maestro, sentimos siempre que lo amamos porque no hay nada que nos separe y estamos cargados de amor y devoción. ¿Pero qué profundidad tiene? Solo podemos saber si realmente lo echamos de menos, y tenemos el mismo sentimiento de amor y devoción, cuando estamos separados de él y completamente ocupados en las actividades y apegos del mundo. Si entonces todavía anhelamos su forma física, podemos estar seguros de que realmente lo amamos. Si cuando no lo vemos lo olvidamos, entonces podemos imaginar la profundidad de nuestro amor.
Cuando vivimos el día a día y nos acordamos del maestro, y repetimos los cinco nombres: estamos con él. Si cuando nos desenvolvemos en los asuntos y quehaceres diarios, le echamos de menos y repetimos los cinco nombres, estamos bien orientados y a salvo en el sendero espiritual. Ese amor que está despertando por la devoción poco a poco nos protege, y nos mantiene inmaculados en un mundo a menudo desequilibrante. Así, con su recuerdo, como la flor de loto que luce hermosa en la superficie del agua aunque sus raíces están inmersas dentro del agua, permaneceremos intactos.
Habitualmente el maestro realiza sus programas de satsang con el propósito de que nos afiancemos en las enseñanzas y para ayudarnos a mantener vivo el sentimiento de devoción, pero siempre llega el tiempo de la partida. En este sentido, alguien le preguntó al maestro, tal como se lee en el libro Perspectivas espirituales, vol. III: “Maharaj Ji, cuando salgas de este país, todos vamos a experimentar una pérdida desoladora. ¿Puedes darnos algún tipo de primera ayuda o alivio para la hora de tu partida?”. Su respuesta fue:
Hermano, cuanto más echamos en falta a alguien, más cerca estamos de él. Solo nos separamos para encontrarnos; nunca estamos separados.
Los maestros explican que la historia demuestra como en numerosas ocasiones los maestros espirituales mantienen a sus discípulos alejados de ellos durante muchos años. En esa separación, hay sin duda un propósito divino interior para llenarlos de más anhelo, más amor, más devoción, a fin de prepararlos para algo más elevado. Por eso, como afirma Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. III: “A veces es en nuestro interés que nos mantengan alejados porque el maestro en el cuerpo físico ya ha cumplido su función. Ahora, el maestro interior también tiene que atraernos a su propio nivel”.
Hazur Maharaj Ji cita el siguiente pasaje de la Biblia: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt. 5:4). Él explica que aquellos que lloran, aquellos que sienten la separación del Padre, esos son los bienaventurados, los afortunados, porque obtendrán el descanso de la transmigración del alma, de pasar de un cuerpo a otro, de una casa a otra. Ellos son los bienaventurados, aquellos que sienten el dolor de la separación.
Y el dolor se hace más intenso con la meditación, como dice Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. III, cuando un discípulo le pregunta: “¿Deberían experimentar todos los devotos del maestro la muy dolorosa experiencia del anhelo por el maestro? ¿Vamos todos, como discípulos, a experimentar este anhelo en esta vida, en el cuerpo físico?”:
Cuanto más tiempo dediquemos a la meditación, más se fortalecerá y crecerá nuestro amor, y más se enriquecerá nuestra devoción. Personalmente creo que cuanto más tiempo se dedica a la meditación, más dolor de la separación sentimos. Y cuanto más sintamos este dolor, más progreso interior haremos, porque al final el dolor de la separación nos hará uno con el Ser, con el Señor.
Si no tenemos sed, no corremos detrás del agua en absoluto. Cuanto más sedientos estamos, más interés tenemos por buscar agua. Así que la meditación también crea dolor, el dolor de separación.
Cada punto de insatisfacción o infelicidad en nuestras vidas es una expresión de ese bireh (anhelo intenso; el dolor de alguien que se encuentra separado del amado), porque sentimos que la felicidad que buscamos en el mundo es inalcanzable, y solamente la hallaremos junto a él. No importa cuánto nos haya dado el Señor en la vida, todos los deseos que cumplamos no hacen más que incrementar nuestras necesidades; lo que buscamos solo lo obtendremos con él, cuando nos reunamos tras trascender la mente y la ilusión del mundo.
Llega un momento para nosotros que la meditación es nuestro soporte en la vida. La meditación es sinónimo de maestro, es estar unidos a aquel que es nuestro apoyo en la vida. La meditación se convierte en algo tan importante para nosotros, que no podemos vivir sin ella, y nos preguntamos, a solas en nuestros adentros, ¡qué sería de nosotros y cómo podríamos seguir viviendo si no estuviéramos en el sendero! De eso se trata la meditación, lo es todo para nosotros. En el libro One being one:
… y de alguna manera, por designio divino, según dicen los sabios, el haber experimentado el extremo de la separación califica al pequeño ser para hacer todo el viaje de regreso a su fuente. Para emprender el viaje de regreso a casa, y darse cuenta de que es esencial la unidad con la divinidad.
La separación de nuestra fuente, que es la raíz de nuestro sufrimiento, actúa como un recordatorio constante de que algo falta en nuestras vidas. Finalmente, este malestar nos obliga a buscar la causa y a corregir nuestro rumbo, orientándonos hacia nuestro origen divino.
Y aunque tras años de esfuerzo, en el día a día nos sintamos atrapados y luchando cuesta arriba por mantener la disciplina de la meditación, recordemos que no estamos solos. El maestro nunca nos deja. No importa dónde estemos, él está siempre presente; ese es nuestro consuelo y alegría, sin importar las circunstancias en las que nos encontremos.
Todos los viajes comienzan con una partida y un regreso. En nuestro caso, es la historia de un viaje con la consciencia. ¡De hecho, ya estamos allí!, dicen los místicos. Solo hay que ser conscientes de ese hecho, y ese es el trabajo de la meditación. Esto es lo que significa seguir Sant Mat, vivir las enseñanzas de los santos, la espiritualidad: darnos esta oportunidad a nosotros mismos para acabar con esta falsa separación. Sí, falsa, porque no estamos separados, puesto que, sin el amor de Dios, sin el espíritu no podríamos existir ni un segundo. Es nuestra misma fuerza y vida; solo es cuestión de ser conscientes, de apartar todos los velos y capas que oscurecen nuestra consciencia y nos dan esta sensación de oscuridad y lejanía.
El maestro espiritual ha venido a enseñarnos a quitar una a una todas esas capas de materia e impureza que ocultan la consciencia de quién somos realmente y de a quién estamos unidos por derecho propio.
Él está siempre dentro de nosotros. Tenemos que intentar estar en ese nivel de consciencia en el que siempre podamos estar con el maestro, de modo que no tengamos que pasar por ese vacío. (…) Entonces habrá lágrimas de alegría más que de dolor.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. III