Caminos de búsqueda
Tomé a un maestro como guía
y él me mostró lo que andaba buscando.
En un instante se llevó a cabo el viaje
de millones de vidas.
Kabir. Citado en San Paltu. Su vida y enseñanzas
Hazur Maharaj Ji dice en Perspectivas espirituales, vol. I: “Nadie es realmente feliz aquí. A pesar de todos los logros que hemos conseguido, seguimos siendo infelices. Hay algo en nosotros que siempre nos inquieta, algo que siempre nos hace sentir que estamos solos en este mundo. Sentimos que nos falta algo, y lo que nos hace sentir que nos falta algo no es más que la inclinación natural del alma hacia su Señor. A menos que el alma se fusione de nuevo en él, nunca podremos acabar con esa sensación de que nos falta algo”.
En efecto a pesar de que el Señor nos lo haya dado todo en la vida, aun así, a menudo sentimos que nos falta algo, y como nos sigue diciendo Hazur Maharaj Ji: “… es un regalo de Dios cuando ese sentimiento nos llega. Eso hace que nos volvamos hacia el Padre, buscando aferrarnos a algo que nos pertenezca y a lo que pertenezcamos. Y eso nos da sensación de paz y felicidad interior (…) Si esas cosas del exterior atrajesen nuestra atención y nos hiciesen felices para siempre, nadie pensaría en el Padre”.
Sin duda, este es el caso de la siguiente narración en la que se ilustra cómo esas mismas circunstancias nos impulsan hacia la búsqueda de la espiritualidad:
La vida le parecía generosa; en el plano material y social no le faltaba nada. Sin embargo, un vacío comenzaba a manifestarse en su interior. Aunque tenía todo lo que el mundo podía ofrecer, no encontraba una razón que diera verdadero sentido a su existencia. Vivía, ciertamente, pero sentía que algo esencial le faltaba como persona. La plenitud le parecía inalcanzable, sin importar cuánto intentara llenarse con lo que tenía a su alrededor. Le costaba encontrar una meta que realmente le hiciera feliz, y la nostalgia de ‘algo indefinido” empezaba a invadir su ser.
Poco a poco nacía en él la necesidad de una vida más profunda, que no estuviera anclada solamente en lo material y convencional. Por suerte, en aquellos tiempos (sobre los años cincuenta), empezaba a llegar a su país literatura espiritual de Oriente, cuyas ideas basadas concretamente en las enseñanzas de un maestro espiritual, le abrían las puertas a nuevas formas de comprender la existencia de Dios; distintas a las que tradicionalmente conocía.
Buscaba algo diferente, una manera de escapar de la rutina e insatisfacción que sentía como parte de su día a día. Por eso, en un país centrado en el catolicismo tradicional como era el suyo, sorprendía que alguien hablara de la figura de un guía espiritual. Pero así era, y él lo expresaba abiertamente frente a sus amigos: “Necesito un gurú, un maestro”, les decía. Y sintiéndose incomprendido dentro de su entorno, se refugiaba en esas lecturas alternativas que lo llevaban a explorar las teorías de diversos caminos espirituales.
Comprendió que debía acercarse a esas culturas y conocerlas de cerca, y viajó por distintos países de Asia buscando algo más vivo y real de lo que los libros le habían ofrecido. Así, pudo observar cómo las ideas que tanto le habían fascinado no se reflejaban en la vida diaria de esas sociedades. Se dio cuenta de que incluso en esos lugares, la realización espiritual también era una quimera para las personas que llegó a conocer en sus viajes.
De vuelta a casa, aunque se había abierto a los diferentes aspectos que se pueden vivir para el logro de la realización de la Verdad, no había encontrado la clave para llegar hasta ella. Y así desesperanzado continuó buscando sin encontrar. No se daba por vencido, pero le daba la impresión de haber muerto a las ilusiones vanas de un mundo en el que se vivía solo para ellas; se sentía solo y alejado de los demás.
Pero la gracia de Dios es infinita, y un buen día unos amigos le invitaron a su casa. Para él esa visita marcó un antes y un después en su vida: mientras sus amigos le ofrecían té, algo en una de las estanterías del salón captó su atención. Era la fotografía de un hombre que irradiaba una luz especial. Además, esa figura cautivó su corazón al instante, por lo que les preguntó apresuradamente: “¿Quién es él?”. Sus amigos respondieron sin dudar: “Es nuestro maestro espiritual que vive en la India. Y por lo que vemos, sus enseñanzas podrían interesarte. Te aconsejamos que leas algunos de sus libros”. “¡Sí –pensó–, necesitaba conocer las enseñanzas de ese gurú en especial!”.
Toda su vida había leído y leído sobre espiritualidad, por eso se sorprendió cuando al pedir todos los libros del maestro, uno de sus amigos le entregó tan solo un libro y le dijo: “Solamente te entrego este libro. Si te interesa, su contenido será suficiente”. Y así fue, porque simplemente al leer su título, algo vibró profundamente dentro de él. El libro se llamaba Muere para vivir. Y conforme leía intensamente sus páginas, se dio cuenta de que estas enseñanzas le ofrecían la posibilidad de realizar lo que interiormente siempre había buscado: morir a lo temporal y superficial de esta existencia, para vivir en la eternidad del espíritu.
En el libro Muere para vivir de Maharaj Charan Singh, leemos:
Todos los santos han concedido la importancia debida a la retirada de la conciencia al centro del ojo e ir hacia dentro. Todos enseñan que la meditación no es sino un ensayo para morir con el fin de vivir eternamente.
Meditar para morir en vida con el fin de vivir eternamente fue la chispa que encendió su despertar espiritual. A partir de entonces, una vez encontró a su gurú y fue iniciado por él, su vida comenzó a transformarse en una existencia auténtica y llena de sentido, ya que la práctica de la meditación diaria, le ofrecía ese verdadero viaje espiritual que comienza y termina en el interior. ¡Ahora sabía que Dios estaba dentro de él mismo! ¡Ahora tenía una razón suprema para vivir, y eso llenaba cada uno de sus días de entusiasmo y esperanza!
El mundo entero muere después de la muerte,
porque nadie muere la muerte verdadera.
Kabir ha muerto una muerte
que hará que no vuelva a morir.
Kabir. Citado en el libro Muere para vivir